La materia orgánica de los suelos: es el producto de
la
descomposición química de las excreciones de animales y microorganismos,
de
residuos de plantas o de la degradación de cualquiera de ellos tras su
muerte.
En general, la materia orgánica se clasifica en compuestos húmicos y no
húmicos.
En los segundos persiste todavía la composición química e incluso la
estructura
física de los tejidos animales o vegetales originales. Los organismos
del suelo
descomponen este tipo de sustancias orgánicas dejando solamente residuos
dificilmente atacables, como algunos aceites, grasas, ceras y ligninas
procedentes de las plantas superiores de origen. El resto son
transformados por
parte de los microorganismos, reteniendo una parte como componentes
propios
(polisacáridos , por ejemplo). El producto de tal transformación es una
mezcla
compleja de sustancias coloidales y amorfas de color negro o marrón
oscuro
denominado genéricamente humus (Brady, 1984). El humus constituye
aproximadamente entre el 65 y el 75 % de la materia orgánica de los suelos
minerales. Los suelos minerales son los de un contenido de materia orgánica
menor del 20 %, ocupando el 95 % de la superficie terrrestre mundial. Los suelos
con un mayor contenido en materia orgánica se denominan suelos orgánicos.
El contenido medio aproximado de materia orgánica en los suelos de labor oscila
entre el 1 y el 6 %.
La consecuencia radiométrica de mayor interés debido al
contenido en materia orgánica es la pérdida de reflectancia del suelo en el
espectro visible, que se manifiesta en un oscurecimiento característico de este
tipo de suelos. Así, por ejemplo, los
suelos desarrollados en condiciones de pradera semiárida suelen presentar altos
contenido en materia orgánica, razón por la cual ofrecen una pigmentación muy
oscura. En regiones templadas y húmedas la pigmentación es menos acusada y muy
poco aparente en los suelos.
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